Ayer tuve la oportunidad de hacer una práctica con mis colegas Cintia y Rose, en un espacio de encuentros gratuitos de autocuidado y compasión que recomiendo sin dudar. El tema del día era la determinación y la gentileza o ligereza. Un asunto interesante porque, cuando lo escuché por primera vez, lo primero que me vino a la cabeza al pensar en determinación no fue ligereza, sino dureza, fortaleza… incluso frialdad.
Pero, ¿por qué? ¿No se puede ser determinada y, al mismo tiempo, ligera? ¿No se puede ser determinada y compasiva, incluso autocompasiva?
A muchas mujeres nos educaron con la idea de que, para ser determinadas, debíamos perder nuestra sensibilidad y emoción. Para que nos tomaran en serio, nos dijeron que teníamos que volvernos frías, casi impersonales. Nos hicieron creer que ser fuerte era ser dura. Pero, ¿realmente es así o es solo una idea impuesta por la sociedad?
Pienso en un ejemplo que vivo cada domingo en el voluntariado que realizo. Para quienes no lo saben, corremos con personas con discapacidad. Y ahí veo, cada semana, la determinación en estado puro: las madres de estos niños, niñas, hombres y mujeres con discapacidad. Son personas fuertes, determinadas a no desistir, a luchar cada día. Muchas de ellas no solo tienen un hijo a su cargo, sino más. Y no, no voy a decir que la vida es fácil para ellas, porque sería ingenuo. Pero las veo… y ríen. Se divierten. Siempre tienen una sonrisa. Logran que su vida sea más ligera, a pesar de todo.
La determinación no es dureza. Estoy segura de que hacer las cosas con una sonrisa, con la actitud de “no pasa nada si te equivocas”, con un “lo intentamos en otro momento” o incluso con un “no pasa nada si desistimos”, nos hará el camino mucho más fácil que si avanzamos con frialdad y rigidez.
¿Y tú?
¿Has pensado en cuántas veces te has exigido ser más dura de lo necesario? ¿Cómo sería vivir con determinación, pero con más ligereza?
