Mi madre y yo cuando solo éramos ella y yo..

Aunque en España el Día de la Madre ya pasó, hoy me apetecía escribirle unas palabras a la mía. No sé si alguien se sentirá reflejado en lo que cuento, pero es mi historia, y así la comparto.

Dicen —porque no lo recuerdo— que hasta los dos años no me despegaba de mi madre. No fui a la escuela hasta que nació mi hermano, y me imagino que en ese tiempo ella era mi mayor amor. Digo que me imagino porque no tengo recuerdos de esa época, pero ahora que soy madre, he podido sentir en carne propia ese vínculo tan profundo que se crea en los primeros años de vida de un hijo. El amor entre una hija y su madre en los primeros años es único. Y esto no quiere decir que no haya amor hacia el padre —por supuesto que lo hay—, pero creo que es un amor distinto, de otra naturaleza.

Cuando nació mi hermano, quien había sido solo mía, pasó a tener que ser compartida. Yo ya daba menos trabajo y me acerqué a mi padre, más eléctrico, divertido, un poco loco… más parecido a mí. Mientras me acercaba a él, me alejaba de mi madre. Ella ya no tenía tanto tiempo para mí o mejor dicho el tiempo tenía que ser compartido. Después empezó a trabajar y nos llevaron a una guardería, donde me hicieron responsable de cuidar a mi hermano. Pero esa es otra historia.

La relación con mi madre fue empeorando. En una sociedad machista donde es tan fácil juzgar a la mujer por lo que hace (o no hace), mi visión sobre ella se fue volviendo más crítica. Lo que antes era admiración pasó a ser desapego. Supongo que es verdad eso de que cuando te haces mayor, los padres dejan de ser héroes y se vuelven humanos… pero en mi caso, además, empecé a verla como una persona débil. Y eso, en mi adolescencia rebelde, me alejaba aún más.

Ella no supo cómo tratarme. Tampoco hizo mucho esfuerzo, o al menos así lo sentía yo. Pero hoy entiendo algo que antes no podía: mi madre no tenía las herramientas necesarias. Era joven, inexperta, sin apoyo. Y aunque le faltaban muchas cosas, nunca le faltó una: amor.

Pero a veces el amor no es suficiente para que una relación vaya bien, y durante mucho tiempo nuestra relación no fue bien… pero nada bien.

Con el nacimiento de mi hijo comenzó una transformación. Si yo podía amar tanto a esa cosita que acababa de llegar al mundo… ¿cómo no me iba a amar mi madre? ¿Cómo iba a quererme menos que a mi hermano? Ese fue uno de mis grandes descubrimientos. Durante mucho tiempo creí que esa era la verdad: que mi madre quería más a mi hermano. Pero hoy sé que no era así. Sí, él fue el mimado —eso no se lo quita nadie—, pero el amor… el amor es otra cosa. (Esto lo aclaro por si mi madre está leyendo 😅).

Nuestra relación no se volvió mágica de un día para otro. Pero algo cambió. Poco a poco, me abrí a mis sentimientos. Empecé a mirar su vida desde otra perspectiva. Y desde ahí, desde esa comprensión, empezó la ternura.

Ese cambio en la forma de verla me llevó también a querer entender más sobre mí, sobre las relaciones, sobre lo humano. Y ese deseo se volvió vocación: me formé durante años en áreas como el mindfulness, la psicología positiva y el psicoanálisis. Porque lo que he vivido en carne propia me hizo querer acompañar a otras personas que también buscan conocerse mejor y vivir con más satisfacción, más presencia y más sentido.

Por eso, en este corto texto quiero felicitarte, mami, por el Día de la Madre y decirte que te quiero mucho.
Gracias por lo que diste, por lo que no supiste dar, por lo que aprendí de ti.

Felicidades a todas las mamás. 🌷


📩 ¿Te gustaría hablar conmigo o compartir tu experiencia?
👉 Escríbeme aquí

Comparte el post:

Otras Publicaciones

plugins premium WordPress