La Fuerza de la Fortalezas: Un Camino hacia el Equilibrio Personal

micumacu
Las fortalezas equilibradas son las que realmente nos permiten fluir.

Desde que era pequeña, siempre escuché comentarios como “Raquel no para nunca”, “parece que nunca se le acaban las pilas”, o “¡qué energía tiene!”. Durante mucho tiempo, no entendía que esta energía o vitalidad, como la llaman en el mundo de las fortalezas, era realmente una fortaleza. Pero, ¿por qué a veces veía esta energía como algo negativo en lugar de positivo, si se supone que es una fortaleza? Aquí te lo explico.

Las fortalezas, según el método FORTE (Test de Fortalezas basado en la Psicología Positiva, donde me formé), se dividen en 26 tipos. Algunos estudios hablan de 24 y otros de 34, pero yo me quedo con las 26. Todos tenemos estas fortalezas en diferentes grados: muy presentes, equilibradas o poco presentes. El uso correcto de una fortaleza es cuando está en equilibrio, como todo en la vida; es en ese momento cuando fluimos con ella y nos sentimos cómodos. Este equilibrio no solo nos permite aprovechar al máximo nuestras capacidades, sino que también nos ayuda a evitar el agotamiento y a mantenernos en un estado de bienestar general.

Voy a compartir contigo un ejemplo personal para ilustrar esto. Mi fortaleza más evidente es la vitalidad. Cuando esta fortaleza está muy presente, es fácil caer en la trampa del sobreuso. Por ejemplo, debido a mi alta vitalidad, tiendo a aceptar más planes, más trabajos, más responsabilidades… Y aunque esta energía me permite completarlos, a veces me lleva al agotamiento. Es en estos momentos cuando me doy cuenta de que, para no sobre exigirme, necesito recurrir a otras fortalezas. Aquí es donde entran en juego la planificación y el conocimiento emocional. Aprender a decir “no” o a delegar, también son formas de mantener este equilibrio. Es un recordatorio de que, aunque puedo hacer todo, no siempre es necesario hacerlo todo yo sola.

FORTALEZAS

Ahora bien, ¿qué pasa cuando una fortaleza como la vitalidad está poco presente? En este caso, me costaría mucho moverme, hacer planes que requieran energía, y probablemente me sentiría más cómoda en actividades que demanden menos dinamismo. Pero esto no significa que esté limitada; simplemente necesito tirar de otras fortalezas para equilibrar la balanza. El compromiso y la cooperación son excelentes aliados en estos casos. Un ejemplo: aunque la planificación no sea mi punto fuerte, cuando la combino con mi compromiso y apreciación de la belleza, consigo organizarme y avanzar, sin que se note mi debilidad en esta área.

Lo interesante de las fortalezas equilibradas es que son las que realmente nos permiten fluir. Cuando estamos en sintonía con nuestras fortalezas, experimentamos emociones positivas, lo que tiene un impacto directo en nuestro bienestar, tanto en el trabajo como en la vida en general. Este flujo es clave para alcanzar lo que los psicólogos llaman “estado de flujo” o “flow”, un estado en el que estamos completamente inmersos en una actividad, disfrutando del proceso y siendo altamente productivos.

Además, es importante mencionar que nuestras fortalezas no son estáticas; evolucionan con nosotros. A medida que crecemos y adquirimos nuevas experiencias, algunas fortalezas pueden volverse más presentes, mientras que otras pueden necesitar ser cultivadas. Esto nos ofrece la oportunidad de reinventarnos constantemente, adaptándonos a los desafíos que la vida nos presenta.

Por eso, te invito a reflexionar sobre tus propias fortalezas. ¿Cuáles están muy presentes en ti? ¿Cuáles podrían estar en equilibrio? ¿Y cuáles quizás necesiten un poco más de atención? Recuerda que el autoconocimiento es la clave para aprovechar al máximo nuestras fortalezas y vivir una vida más plena y satisfactoria.

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