¿Alguna vez has sentido que no eres suficiente?
Últimamente, me encuentro rodeada de mensajes, estudios y libros que hablan de esa sensación tan común de no ser suficiente. Un sentimiento que, en algún momento, muchos—y muchas—hemos experimentado: no ser lo suficientemente buenos para algo o para alguien. Esa sensación de vacío, como si siempre faltara algo, como si nunca alcanzáramos el nivel esperado.
A veces, intentamos llenar ese vacío con más conocimiento. Nos apuntamos a cursos, acumulamos títulos, nos preparamos sin descanso, pero la sensación persiste. ¿Te suena familiar? Me pregunto si alguna vez llegamos a llenar esa mochila de aprendizaje o si estamos condenados a vivir en un eterno descontento.
La infancia y la percepción de la inteligencia
Cuando era niña, nunca me consideré especialmente inteligente. Era despierta, alegre, habladora. Aprendí a hablar francés y español desde muy pequeña, pero en aquella época la inteligencia se medía por las notas. Y en mi caso, lo que más se resaltaba era mi apariencia, no mi capacidad intelectual. Crecí creyendo que la belleza pesaba más que la inteligencia, y que ser comunicativa o hacer muchas preguntas no era visto como una señal de agudeza, sino como ser entrometida o pesada.
Con el tiempo, esa percepción no mejoró. Mis notas no eran las mejores, y como el desempeño se medía a través de ellas, asumí que simplemente la inteligencia no era una de mis fortalezas.
Descubriendo mi propia inteligencia
Sin embargo, con los años y ya en la adultez, me di cuenta de que sí, SÍ soy inteligente. Tengo intuición, soy perceptiva, aprendo rápido. Pero aun así, persiste la sensación de que no es suficiente. Siempre hay alguien más capaz, más preparado, más brillante. ¿Pero por qué? ¿Cómo nos convencimos de esto? ¿Cómo se mide realmente la inteligencia? ¿En qué momento alcanzamos el “tope necesario”?
Hubo un tiempo en el que incluso hice test de coeficiente intelectual para comprobar que lo era. Y aquí viene mi gran descubrimiento en estos días, gracias a la terapia: tal vez el problema no sea que no me siento suficiente, sino que necesito la validación de los demás. Tal vez mi verdadero miedo sea no ser aceptada.
La opinión de los demás y nuestra propia valoración?
La valoración de los demás siempre estará ahí. Es natural recibir críticas, algunas serán positivas y otras no tanto, pero eso no debería hacernos desistir. ¿Verdad? Si realmente doy lo mejor de mí, ¿no debería ser suficiente para sentirme satisfecha conmigo misma? Además, ¿hasta qué punto podemos controlar la opinión de los demás?
No tengo todas las respuestas, pero sí sé que es un camino de autoconocimiento. Y quizás, la verdadera clave esté en aprender a valorar nuestra propia voz antes de buscar la aprobación externa.
¿Tú también te has sentido así alguna vez? Te invito a compartir tus pensamientos en los comentarios y a reflexionar juntos sobre lo que realmente significa ser suficiente.