Agotamiento: cuando nunca es suficiente

Parar y respirar durante un minuto puede ser suficiente para descansar tu mente.

Estoy agotada, sin fuerzas… pero seguimos, porque “eso es lo que se espera de nosotros”, ¿verdad? Y así lo hacemos.
En este tiempo de incertidumbre y caos, con crisis en todo el mundo y nuestra cabeza sin parar, vivimos con el estrés dentro y fuera, corriendo tanto que ni vemos la vida pasar.

Eso es lo que vivimos, sí, pero también es cierto que podemos mejorarlo, o al menos, tener otra actitud frente a ello.

No es tan fácil sentir

Una de las acciones más sencillas y a la vez más difíciles es ser conscientes de lo que sentimos. Parece fácil, pero no lo es.
Vivimos en un mundo que nos empuja a ir con prisas, a “estar bien” todo el tiempo, a no reconocer el dolor, a no reconocer nuestros sentimientos… incluso a veces a no reconocernos a nosotros mismos.

¿Por qué? Porque no queremos sufrir, no queremos defraudar, no queremos “quedar mal”. Y por eso seguimos y seguimos, hasta la extenuación.

Un ejemplo cotidiano

Son las 20 horas. Llevas trabajando desde las 8 de la mañana casi sin parar. Sabes que deberías haber cerrado hace rato, pero no lo haces porque (aunque no lo pienses de forma consciente) tienes miedo de no ser suficiente.
Comes cualquier cosa de pie, te acuestas con números y problemas en la cabeza, y la consecuencia es una mala noche de sueño. Y eso no pasa una vez al mes ni una vez a la semana, sino mucho más seguido. Resultado: malestar, estrés, ansiedad.

La maternidad y la exigencia sin fin

Ser madre o padre es maravilloso, pero también agotador.
A esto se suma la avalancha de información: qué dar de comer, cómo educar, cómo estar presentes, cómo ser “la mejor versión”. Y, por si fuera poco, ahí están las madres perfectas de Instagram para recordarnos todo lo que no hacemos.
¿El efecto? La sensación de que hagamos lo que hagamos, nunca será suficiente. Y la solución que solemos encontrar es… hacer más.
¿Dónde nos lleva eso? Al completo agotamiento.

El espejismo de las comparaciones

Hace unos días, en Instagram, apareció una influencer hablando maravillas de Jennifer Lopez. “Está espectacular para sus 56 años”, decía, y añadía: “es trabajo, constancia, sacrificio”.
Confieso que por unos minutos me quedé pensando: “Tengo 53, hago deporte… ¿será que no soy lo suficientemente constante?, ¿será que soy un fracaso porque no estoy como ella?”

Por suerte, ese pensamiento me duró poco. Volví a la realidad: ¿JLo hace la compra, cocina, limpia, trabaja ocho horas en algo que no es ella? Probablemente no. Y entonces pensé: ella es ella y yo soy yo.

Lo cierto es que a mí esa comparación me duró unos minutos. Pero hay personas a quienes les dura toda la vida, persiguiendo ideales que muchas veces son inalcanzables.

Una invitación final

Quizás no podamos cambiar el mundo que nos exige tanto. Pero sí podemos cambiar la manera en que nos tratamos en medio de ese cansancio.
A veces, el primer paso es tan simple (y tan difícil) como detenernos, reconocer cómo estamos y permitirnos sentir.

🌿 Práctica breve de mindfulness para momentos de agotamiento

  1. Pausa un momento. Siéntate con los pies apoyados en el suelo y deja que tus hombros caigan suavemente.
  2. Cierra los ojos (si te sientes cómoda/o). Lleva tu atención a tu respiración, sin intentar cambiarla. Solo nota cómo entra y sale el aire.
  3. Escucha tu cuerpo. Pregúntate: ¿cómo estoy ahora mismo? ¿Hay tensión en algún lugar? ¿Cómo se siente mi energía?
  4. Nombra lo que aparece. Quizás cansancio, ansiedad, calma, incomodidad… lo que sea está bien. No lo juzgues, solo reconócelo.
  5. Vuelve a tu respiración. Imagina que cada exhalación suaviza un poco esa sensación de carga.

Permítete unos 2-3 minutos en esta pausa. No va a resolver el mundo, pero sí puede darte un respiro para seguir desde otro lugar.

💌 Si este tema resuena contigo y quieres profundizar en el mindfulness, escríbeme.
Estaré encantada de acompañarte en el camino hacia una vida con más calma y consciencia.

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